sábado, 6 de septiembre de 2014

La leyenda del caballero alto

¿Qué secretos nos revelarían las paredes de cada sitio que visitamos, si pudieran afirmarnos todo lo que se dice en torno a ellos? Sería fascinante nos dijeran acerca de sus leyendas.

¿Qué leyendas nos relataría el fuerte de San Juan de Ulúa?


Aquí les dejamos una leyenda de amor de San Juan de Ulúa.


La Leyenda del Caballero Alto

Entre las casi olvidadas tradiciones costeñas del Estado de Veracruz, se conserva la leyenda del Caballero Alto, una creación de la mente popular que cree ver fantasmas y aparecidos en las sombras o siluetas que produce la neblina al interponerse entre la realidad de los objetos que oculta a medias y la vista del observador.
Dice la leyenda que hace  muchos años, vivía en España un viejo castellano, noble de cuna y mílite de  profesión que paso los mejores días de  su existencia ganando tierras para su rey.

Siendo ya inútil para proseguir en el servicio de  las armas,el monarca hispano le recompensó sus servicios nombrándolo castellano de San Juan de Ulúa, y antes de partir a tierras de América, decidió casarse, escogiendo a una joven, hija de noble familia venida a menos en fortuna y a quien el viejo militar ofreció en cambio velar por su subsistencia en el futuro.

Los padres aceptaron gustosos el enlace, sacrificando a la hija que amaba y era amada por un joven capitán de los ejercitos del rey , y que carecía de títulos nobiliarios.

Enterado el galán de la determinación de  los padres de su novia, juró que habría de seguirla aunque para ello tuviera necesidad de  ir hasta el fin del mundo, iniciando desde ese momento sus gestiones para ser trasladado a tierras de la Nueva España.

Se efectuó la boda y partió la pareja con rumbo a la Nueva Veracruz, llegando al Puerto después de larga y tediosa travesía pródiga en sobresaltos y sorpresas, fijando su residencia en la casa del gobernador de  la Fortaceza de San Juan de Ulúa.

La joven castellana hacía añoranzas del tiempo pasado en unión de  sus padres y del ser amado, allá en su pueblo natal de España y sentía profunda tristeza que no bastaban a discipar los festejos organizados por su esposo , que atribuía aquel estado de su ánimo, a la soledad de  su reclusión en Ulúa.

El joven capitán, realizó esfuerzos indecibles por lograr su traslado a la Nueva España y al cabo de  tres largos años, recibió órdenes en tal sentido, embarcando en uno de  los galeones que hacían el servicio de ultramar con las flotas.
Cuando la castellana de San Juan de Ulúa supo la llegada de aquella flota, sintió renacer en su corazón una nueva esperanza, e igual que en otras ocasiones y por los mismos motivos, se preparó a visitar la Nueva Veracruz en unión de  su esposo dispuesta a asistir a los festejos con que el puerto solía recibir a los viajeros venidos de  la Madre Patria.

Veracruz estaba de fiesta, por las calles  cubiertas  de  arena, desfiló la mojiganga compuesta por una murga pueblerina que era seguida por la “tarasca”., los gigantes y el “mojarrilla” que hacía piruetas y bailaba al compás de  un tambor y de  un pito, recibiendo como recompensa por su destreza, las dávidas del público.

Desde el balcón principal de palacio,vieron desfilar aquel anuncio las principales autoridades del puerto, acompañadas del gobernador, la castellana y los capitanes y oficiales de  la flota.
Confundido entre  el pueblo que veía pasar el desfile, el antiguo novio de la castellana de Ulúa observaba el balcón de  la casa de cabildos sin apartar la vista de  la que había sido su gran pasión y la alegría volvió al rostro de  la joven esposa al descubrirlo.

Desde aquel día procuraron verse seguido, y la castellana inventaba pretextos para venir con frecuencia a la ciudad, y tantas veces ocurrió esto,que por fin hizo entrar en sospechas al pequeño mundo femenino de  la Nueva Veracruz, que se  dio a comentar las frecuentes entrevistas entre el capitán y la castellana.

Un día llegaron navíos sospechosos a la proximidad del puerto, acordando las autoridades enviar refuerzos a la guarnición de Ulúa, tocando al joven capitán ser parte de ellos. Ya en la fortaleza, se presentó al gobernandor como coterráneo de su esposa y al poco tiempo era nombrado ayudante de la primera autoridad del islote.

La visitas de la castellana a la Nueva Veracruz siguieron efectuandose en forma regular y el capitán era encargado de acompañarla en ella. El pequeño mundo social del puerto siguió murmurando de aquellos amoríos que no trataban de ocultarse a su vista y una persona, tal vez para congraciarse del gobernador, le llevó la noticia.

Al  principio, el viejo militar no hizo caso, pero con los días entró a su vez en sospecha, aumentando sus temores al ver que por las noches salían a pasear juntos por los baluartes u bastiones de Ulúa.

Decidido a saber la verdad,una noche siguió a los amantes. La luna brillaba en todo su esplendor sobre el cielo veracruzano,haciendo distinguir los objetos en sus mas  minimos detalles y fue fácil para el gobernador seguir a la pareja  en sus diarios recorridos.
Cuando sabían por la escalera que conduce del repuesto al terraplén del Baluarte de San Crispín,vio que al detener el paso y sin imaginar que eran observados , unieron sus labios en un prolonagado beso…
Cegado por la ira ante el espectáculo que presenciaban sus ojos, el burlado esposo desenvaino su espada y acercándose a la pareja les marcó el alto.Sorprendido el capitán desenvainó y cruzó su arma con la del gobernador.
La lucha fue breve y el cuerpo del amante cayó al suelo herido de muerte.La castellana corrió a  su lado llena de dolor y al ver que expiraba en sus brazos sacó la daga que llevaba el capitán al cinto y se dio muerte.
La leyenda no dice que ocurrió con el viejo militar gobernador de San Juan de  Ulúa, mas aseguran que la sangre de los amantes se  confundió sobre  el piso de  la escalera, formando un charco rojo que al pasar los años aún se distinguía como una mancha obscura sobre el blanco de  las lozas…
Y cuentan los viejos marinos que saben de historias y leyendas, que los centinelas de puesto en el baluarte de San Crispín, al legar el filo de  la media noche, oían murmullo apagado de voces  y rumor de  lucha por el muro de  la gola, y que cuando la luna brillaba en el firmamento, se veían vagar  por los pasillos y plazoletas del baluarte donde esta emplazada la torre del caballero Alto, dos sombreas  enlazadas en estrecho abrazo asegurando quie eran las almas  en pena de  los dos amantes  que en silencia recordaban su paso por este mundo.


Bibliografía: 

González, Juan José, Trece leyendas e historias de la ciudad de Veracruz.

Fotografía:Jaimesaid.blogspot.com



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