martes, 18 de febrero de 2014

Los tratados de la Soledad

            

 LOS TRATADOS DE  LA SOLEDAD

Antecedente a la batalla del 5 de mayo de 1862




Al conocer los pormenores de la frágil situación del gobierno de Benito Juárez, sorprende que haya logrado reunir contingentes de distintas regiones del país para entrar en combate contra mejor ejército del mundo.

Sin recursos materiales ni un ejército en forma era previsible una nueva derrota; sin embargo, Juárez supo convocar a la unidad, quizás todavía precaria en Puebla, pero con el triunfo de Ignacio Zaragoza se consolidó un sentido de  nación que no siempre fue visible en los cuarenta años anteriores al 5 de mayo.

Al término de la Guerra de Reforma, México se encontraba sin recursos, por lo cual el gobierno tomó la decisión de suspender temporalmente el pago de las deudas pública y externa, por decreto expedido el 17 de julio de 1861.

Ante esta actitud, los gobiernos de Inglaterra, Francia y España, se pusieron de acuerdo para intervenir en México, por lo cual firmaron El Convenio de Londres, el 31 de octubre de 1861, comprometiéndose a no buscar ninguna ventaja particular ni a ejercer influencia para que México escogiera su forma de gobierno, así como el distribuir proporcionalmente el dinero que se recogiera en las aduanas. 

Una vez establecida la triple alianza europea, el gobierno mexicano tomó dos medidas inmediatas:

Revocó el decreto de la suspensión de pago de deuda externa y convocó a todos los estados y grupos de disidentes a que se unieran al Supremo Gobierno en defensa de la Patria. Todos los estados de la República, participaron al gobierno tener listas tropas para la defensa del país y aseguraron poder organizar mayor fuerza, con lo que daban cumplimiento al decreto emitido por el Presidente Juárez, del 17 de diciembre de 1861. Ante tales circunstancias, el Ministerio de Guerra y Marina, en circular del 17 de enero de 1862, fundamentándose en el decreto antes señalado, ordena que todos los estados deban acudir a la defensa del país. 

Así en diciembre de 1861 desembarcaron las tropas de  España en Veracruz y en los primeros días de 1862 las de  Inglaterra y Francia. La situación en el puerto se  puso insoportable debido a la falta de apoyo de  la población. En pocos días escaseó la comida y aparecieron brotes de enfermedades tropicales; la ciudad se llenó de  soldados enfermos. A los representantes de los aliados no les quedó más remedio que ponerse en comunicación con el gobiernos mexicano y entablar negociaciones con Manuel Doblado, representante del gobierno de Juárez, al cual, por lo tanto, reconocían implícitamente.

Doblado recibió el planteamiento de que las tropas aliadas necesitaban internarse hacia regiones más templadas, a lo cual respondió que primero deseaba saber cuáles  eran los reclamos de las potencias, ya que hasta ese momento el gobierno no había recibido una declaración de guerra. Así comenzaba el trabajo diplomático del gobierno mexicano para hacer saber al mundo que no desconocía la deuda y que su interés era negociar con cada país en términos pacíficos.


Después de algunos encuentros, el 19 de febrero de 1862, a las diez de  la mañana, se realizó una conferencia entre el general español Juan Prim, representante de los aliados y Doblado en el poblado de La Soledad, Veracruz. Hasta este momento la situación parecía favorablemente para el gobierno mexicano, gracias a su labor  diplomática y a que el general Prim, hombre de reconocida integridad e ideas liberales, supo identificar la intriga en la que Francia se había involucrado. También entendió la precaria situación de la economía mexicana y que el gobierno republicano era el legítimo representante de  la nación.





Prim y Doblado conversaron durante seis horas y al terminar habían acordado que se reconocía al gobiernos constitucional, que cada nación trataría sus reclamaciones pendientes en marzo, que los aliados no pretendían violar la soberanía ni la integridad del territorio y que los contingentes europeos podrían moverse de manera legal hacia posiciones más saludables en Córdoba, Orizaba y Tehuacán. Finalmente, que la bandera mexicana sería izada en San Juan de Ulúa y el puerto de Veracruz y en caso de  que se  declararan rotas las relaciones, las tropas aliadas volverían a los puntos que inicialmente ocupaban en la costa de  Veracruz.

Los aliados aceptaron la propuesta mexicana por medio de los Tratados de la Soledad, pero las ambiciones francesas de Napoleón III los desconocieron. Ante esto se fragmentó la triple alianza, retirándose solamente las fuerzas inglesas y españolas, iniciándose así la Guerra de Intervención y el llamado Segundo Imperio, que abarcó de 1862 a 1867.





FUENTE: 


 González,R.. (MAYO 2012). La Batalla de Puebla . Relatos e historias en México , No.45 , 46-67.

GALERIA: 

http://www.inehrm.gob.mx/Portal/PtMain.php?pagina=soldemayo-galeria




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